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Los orígenes de las viñas de EMINA se remontan a los monjes cistercienses del siglo XII, en Olivares y Valbuena de Duero, que aportaron sus variedades y las adaptaron a la región. En aquella época, cada monje tenia su ración diaria de vino, que era de una EMINA.
Rememorando esta tradición secular, a mediados de los 90 Carlos Moro crea una bodega de cuidada producción, que cuenta con viñedos propios y excelentes instalaciones.
Equipamientos: tecnología punta para la elaboración de tintos de la mejor calidad. Cuenta con control de temperatura, depósitos y equipos de acero inoxidable.
Las viñas: tiene 42 hectáreas. Tinta del País, Cabernet Sauvignon y Garnacha.